My Fucking Restaurant, 100% gluten free

El Raval es un barrio de Barcelona tan diverso, que siempre asombra. Una de esas gratas sorpresas se llama My Fucking Restaurant, y apuesta fuerte por el concepto Slow Food y toda la carta sin gluten (certificado).

Las reglas del Raval

Al Raval de Barcelona que se le pueden atribuir muchas cosas, pero lo que no se puede decir es que le falte vida. Desde su conformación en los márgenes de la Barcelona amurallada, pasando por el “Barrio Chino” poblado por el universo que giraba alrededor del puerto, hasta convertirse en un polo de atracción turística incesante, el Raval tiene muchas vidas.

Matteo Bertozzi, chef y propietario de My Fucking Restaurant tiene en común con el barrio donde ha decidido instalar su proyecto, que también cuenta en su haber varias existencias.

Después de migrar desde su Italia natal a Barcelona, y trabajar en diferentes cocinas, Matteo logró abrir su restaurante, primero con un socio (Paolo Mangianti) y luego en solitario.

El turismo es una golosina tan tentadora como traicionera, así que durante los primeros años ese fue su target. No obstante, había algo que chirriaba… La oferta culinaria destinada a satisfacer a comensales que, casi con seguridad, no regresarán a la ciudad, suele ser poco interesante.

Bertozzi necesitaba crecer y también tenía claro que el crecimiento nunca puede ir en detrimento de la sostenibilidad y la equidad medioambiental y, por supuesto, también social.

Sostenibilidad como máxima

Los preceptos del movimiento Slow Food, proximidad y una cesta de la compra basada al máximo en la temporalidad y el Km0, fueron parte del cambio que experimentó Muy Fucking Restaurant.

A la estructura básica del proyecto de Bertozzi, se suma el pilar de la cocina creativa pero, siempre, guiada por el máximo aprovechamiento de cada uno de los ingredientes, y todos los platos son sin gluten (certificados).

Antes hablábamos de sostenibilidad y eso ya se ha hecho patente con el rendimiento absoluto de la materia prima. Sin embargo, hay otro aspecto de esta cuestión que no es tan visible: los horarios del personal están pensados a escala humana, permitiendo la conciliación (con 37 horas laborables), y también los sueldos de lxs trabajadorxs.

En un contexto donde hablar de sostenibilidad se ha convertido en una moda más que en un compromiso, esta cuestión del respeto a las condiciones del trabajo es más que una declaración de responsabilidad.

El concepto

Un cartel de neón anuncia el restaurante desde una de las estrechas calles del sur del Raval. La entrada tiene una larga barra como zona de bar, desde la que sirven algunos cócteles interesantes (muchos de ellos a base de sake de calidad).

Sala interior, con una decoración moderna y fresca, da a un patio con plantas, que durante el día baña de luz el comedor. En el subsuelo, donde está la cocina abierta, hay además una mesa para varios comensales, que funciona tanto como “mesa del chef” o para eventos privados.

Los platos de la carta están pensados como tapas o pequeñas raciones, por lo que es un buen sitio para ir en grupo y poder probar diferentes elaboraciones. Hay disponible dos menú degustación (38 y 45€)

La selección de vinos también está muy trabajada (incluso hay algunas joyas únicas). La mayoría de ellos son de España e Italia, y una gran parte de producción ecológica o con mínima intervención.

La carta

Todos los platos (incluidas pastas y panes), son sin gluten. Hay elaboraciones con carne, y algunas aptas para dietas vegetarianas o veganas pero, si quieres un menú degustación vegetariano completo, no hay más que avisar con antelación para que lo preparen.

En nuestra visita, tomamos un menú degustación y la bienvenida nos la dieron con un caldo de verduras en el que aprovechan todos los vegetales que tienen. Así que las reglas del juego quedan claras.

El pan con mantequilla ahumada que llegó a nuestra mesa, estaba tibio, esponjoso y hecho con harina ecológica. A años luz de otros panes gluten free que hemos probado, densos y difíciles de asimilar.

Ostras con mandarina y ají amarillo, una ensaladilla de gambas y la zanahoria con cous-cous y hummus, fueron algunos de las primeras propuestas del menú.

Luego le siguieron un plato de hojas de invierno (estaban en temporada) y una de las elaboraciones estrella: boniato con chutney de cilantro y ajo asado con piel crujiente. ¡Ojalá el boniato estuviera en temporada todo el año para disfrutarlo en cualquier momento!

El taco de cuello de cordero, se presenta en la mesa con tortillas de maíz calentitas y kimchi de remolacha, yogur con menta y lima tostada, para que te montes tu propio bocado. Los spaghetti de apionabo, parmesano de 46 meses, kimchi y quinoa, son un guiño a la tradición italiana, pero desde la mirada del chef.

Cabe mencionar que en la cocina de My Fucking Restaurant también se fermenta, encurte y preserva, para hacer rendir cada ingrediente y encontrar nuevas paletas de sabores.

El cierre dulce

Por supuesto, los postres también son caseros y sin gluten. Además han bajado considerablemente la cantidad de azúcar, sin perder palatabilidad ni calidad. La Panna Cotta con miel de peras, peras frescas y tomillo, nos ha sorprendido gratamente (ya que es un dulce que generalmente no nos seduce).

La versión de la tarta sacher con jengibre y mandarinas, es un pequeño bocado equilibrado (aunque está bastante lejos de una sacher tradicional). Otro de los postres de temporada fue la torrija de polenta, con salsa de ruibarbo y crema ácida.

My Funcking Restaurant es un espacio que invita a volver una y otra vez, no sólo por la solidez de su trabajo, sino porque siempre hay algo nuevo para descubrir.

My Funcking Restaurant

Carrer Nou de la Rambla, 35, 08001 Barcelona
Martes y miércoles: cerrado. Sábado y domingo, abierto mediodía y noche
Se recomienda reserva previa

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